CAÑETE AL DIA.- Desde el comienzo de esta
campaña, afirmé que no había 19 candidatos sino dos posiciones y que las mismas
estaban representadas por dos candidatas, la hija de Fujimori, de un lado y del
otro la representante cusqueña Verónika Mendoza, por el Frente Amplio.
En confirmación de lo dicho
y ya en la recta final, solo quedan en la escena cuatro personas, las dos damas
antes nombradas y los señores Kuczynski y Barnechea, a quienes por su facilidad
de mimetismo con todos los gobiernos, el pueblo ha comenzado a llamar los
comodines.
Ambos se parecen mucho
físicamente. Los dos fueron en juventud lo que en el Perú se llama “un gringo
pobre con aires de cholo con plata”, y por fin, uno y otro adulaban a
presidentes y congresistas, o sea hacían política cuando las damas todavía no
habían nacido.
Algunos los llaman malaguas,
pero creo que eso es algo peyorativo.
En el caso del señor
Kuczynski, fue ministro de Belaunde y de Toledo y, por fin, el 2011 al quedar
tras la señora Fujimori, le ofreció su adhesión, le pidió un ministerio y, en
un mitin a su lado, proclamó que el dictador preso había sido uno de los
mejores presidentes del Perú y le debíamos gratitud eterna.
En cuanto al señor
Barnechea, luego de abandonar la universidad, fue un fervoroso militante
velasquista en el diario ¨Correo¨ para luego convertirse en disciplinado
aprista. En el 83, fue candidato alanista a la alcaldía de Lima, pero una falla
de cálculo publicitario lo hizo quedar entre los últimos. El buen Barnechea se
hizo organizar una boda principesca con carrozas y lacayos cuando se hallaba en
plena campaña. Obviamente, Barrantes Lingán lo barrió del mapa.
Diputado aprista el 85, no
le fue difícil cambiar de tienda y se pasó al Fredemo de Vargas Llosa que hacía
la oposición al gobierno de García. Tal vez, en vista de que el fujimorismo no
le dio acogida es, en nuestros días, candidato de Acción Popular, un vientre de
alquiler que por razones de edad ya solamente produce leche rancia, algo así
como ser candidato del Partido Civilista, la Unión Revolucionaria de Luis
Flores o el partido del Mariscal Cáceres.
Toledo y García ya no tienen
posibilidad alguna. Más bien, en las redes sociales ha corrido en los últimos
días el rumor de que el señor García habría sufrido un ataque de nervios y
habría exigido que lo dejen renunciar a la candidatura. Eso sería lamentable
para la democracia.
En estas condiciones, el
próximo abril, el Perú tendrá que elegir entre dos opciones: La primera, es la
señora Fujimori que representa el modelo neoliberal que su padre instauró al
precio de sangrientos genocidios y latrocinios que ascienden a más de dos mil
millones de dólares. La elección de esta dama implicaría además la libertad del
dictador, el indulto para su banda y su regreso a Palacio de Gobierno.
Ese modelo tiene como biblia
la “constitución” del rapaz nipón y su evangelio consiste en despojar al Estado
y vender las empresas del país al postor que mayor coima produzca. Y en cuanto
a la clase trabajadora, dejarla con contratos ¨flexibles¨ que hagan fácil el
despido, perpetuar un salario mínimo de hambre y convertir la jubilación en un
triste sombrero de mendigo. Eso es lo que hizo Fujimori, lo que su hija promete
a los empresarios y lo que Toledo, García y Humala han perpetuado.
Desdichadamente, los
“comodines” o malaguas Kuczynski y Barnechea harían exactamente lo mismo.
Aparte de ello, su profesión de lobbystas los hará convertir la corrupción en
un aceptable modelo de gobierno.